Bitácora de un Domingo de Resurrección
Estaba cansada de pecar. Sabía que lo que hacía estaba mal y que cada vez que la tentación llegaba, ella recaía. Abatida, veía pocas opciones entre la vida y la muerte, pues su vida consistía en morir cada día; de tristeza, de soledad, de desolación… Esa noche decidió tomar su computadora y ver una prédica. No era lo que hacía todas las noches, pero pensó que esto podía ayudarle un poco. Era Semana Santa, así que era lo mínimo que le debía a Dios, una prédica para recordar que Él existe. Aunque se sintiera avergonzada por todos sus pecados del día anterior y por la tentación que la seguía en todos lados, a toda hora. Esa semana hablaron acerca de los beneficios de la Cruz. Sobre cómo la muerte de Jesús era capaz de librarla de: sus pecados, sus maldiciones, sus enfermedades y sus tentaciones. A lo largo de la prédica, y junto con la música sintió que Dios la tocaba, que Su espíritu volvía a envolverla y que encontraba su perdón. Sentía que Dios volvía a acercársele, preparado